Historia APNEA

HISTORIA

Desde sus orígenes el hombre ha practicado la apnea. Al principio sin saberlo, por ejemplo al acechar a una presa, debido a su concentración y cautela, más tarde al atravesar un río debió querer mirar abajo viendo que si no respiraba por unos momentos no pasaba nada, después vio de forma borrosa los peces pasándole entre las piernas e intentó cazarlos con un palo aguzado o más adelante con un palo terminado en arpón.

En otras latitudes, en la India, hace más de 2.000 años, ya se conocían los efectos de la apnea en la composición de la sangre y sus repercusiones en los estados del cerebro se usaban con fines estrictamente espirituales, produciéndose así estados de trance y éxtasis debidos a grandes cambios en la composición de la sangre, llegándose a estados precomatosos controlados. Asimismo, en el Japón, ya se practicaba desde tiempo inmemorial la recolección de ostras perlíferas en apnea, al principio sin gafas, después con binoculares artesanales hechos de madera o bambú y como elemento transparente la concha de carey finamente lijada.

Se ha comprobado que las apneas de los yoguis hindús son normalmente de cinco minutos en estado de absoluta inmovilidad y concentración.

En el Mediterráneo se desarrollaba también el uso de la apnea con fines de pesca y defensa de puertos y naves: así se creó la fructífera industria de las esponjas de mar, bajándose cada vez más profundo y por más tiempo, lo que obligaba a un desarrollo consecuente de los pescadores de esponjas en lo que a mejora de la apnea se refiere. Este desarrollo se hizo más patente como sabemos en las islas griegas, siendo el más conocido G. Haggi-Statti (que no tenía tímpanos), pescador de esponjas que contaba entre varias proezas el hecho de haber encontrado, siviendo en el buque “Regina Margherita” de la armada italiana, el ancla que se les había desenganchado por un temporal, bajando para ello con su piedra a la friolera de -77 metros en apnea y permaneciendo siete minutos bajo el agua hasta lograr localizar y amarrar la cadena para que el ancla pudiera ser izada a bordo.

Por lo que se sabe de sus tradiciones, como no conocían la hiperventilación como tal, precedían sus descensos con una serie de plegarias y cantos con espiraciones profundas, lo que suplía la carencia de hiperventilación. La divinidad de los pescadores de esponjas griegos fue Glaucos, cuya leyenda cuenta que él también era un pescador de esponjas como cualquier otro, trabajando en apnea en las islas del Egeo, con el tiempo descubrió un tipo de alga amarga que crecía en las rocas y que masticándola le permitía olvidarse de respirar durante enormes períodos de tiempo. Finalmente se quedó bajo el mar para proteger a los demás apneístas para siempre.

Evolución de las máscaras usadas en apnea.

Al principio bajaban sin máscara ya que por ejemplo, los pescadores de esponjas griegos tenían su zona de trabajo en -40 metros y a esa profundidad la curvatura del ojo varía ligeramente mejorándose sensiblemente la visión. En esta época bajaban con sólo las pinzas de madera en la nariz para la compensación y la famosa piedra que cumplía la función de lastre, que era recogido por el barquero (en la polinesia le llamaban “tété”)
Años más tarde se empezaron a usar en Grecia unas gafas parecidas a las polinesias pero sin cristal, en su lugar la madera se cerraba dejando sólo un orificio y dentro llevaba su volumen en aceite, esto tenía la ventaja de ser incompresibles por la profundidad, aunque al remontar perdían aceite que era restituido para la nueva inmersión.

Con el tiempo y la experiencia se adoptó el modelo polinesio casi en todo el mundo, hasta la invención de las “monogoggles”, que han evolucionado hasta las actuales máscaras.

Evolución de las técnicas de apnea en el tiempo.

Los métodos de preparación antes del descenso, así como el descenso mismo, ha sufrido bastantes cambios desde la época de los primeros polinesios. Así se pasó de unas someras inspiraciones y espiraciones profunda o bien unas plegarias con espiraciones ritmadas a métodos de considerable y creciente sofisticación en la actualidad, ganándose en duración y en seguridad de la apnea.

La preparación pre-apnea actual está siguiendo dos claras vertientes contrapuestas:

– La más extendida y peligrosa es la de hiperventilarse a bastante velocidad y profundamente. Esto comporta un drástico lavado de anhídrido carbónico, pero una débil ganancia de oxígeno que además goza de poco tiempo para su perfusión por las paredes alveolares y pasar a formar parte de la hemoglobina que se encarga de transportar el oxígeno a los tejidos. Pero el mayor agravante de este sistema es que, por una parte, nos acelera el ritmo cardíaco, aumentando el consumo de oxígeno ya antes de bajar, por lo que este sistema podemos decir que está basado en engañar al cuerpo cortándole su alarma automática de carencia de oxígeno, lo que nos pone fácilmente en las puertas del síncope anóxico.

– La otra modalidad es totalmente contraria, dado que consiste en un conjunto de inspiraciones y espiraciones profundas, pero lentísimas. Estas respiraciones se separan con pequeñas apneas, apoyándose mucho en la espiración que debe reducir el espacio muerto respiratorio ocupado por el anhídrido carbónico a su mínima expresión. Las inspiraciones son pasivas en su primera fase y activas pero suaves en el resto de su ejecución.
Este método conlleva una perfecta perfusión del oxígeno en la sangre, cargándose de oxihemoglobina, que será la encargada de liberarlo en inmersión. Asimismo se efectúa un perfecto lavado de anhídrido carbónico sin engañar al cuerpo, pues tenemos una magnífica reserva de oxígeno. En este método se aprecia una máxima relajación muscular y psíquica que da como resultado lógico una reducción drástica del consumo, lo que nos pone en condiciones ideales para empezar una apnea larga y relajada.

Este último sistema lo usaba el profundista J. Mayol sin ningún síncope, cosa que no puede decir su homólogo italiano Enzo Majorca que usaba el otro sistema.

Esta notoria diferencia de resultados se explica de forma fácil aplicando este simil: Por ejemplo, si cogemos con dos dedos un terrón de azúcar y lo metemos y sacamos muy rápidamente de un café, vemos que no ha tenido tiempo de empaparse del todo. En cambio, si lo hacemos con lentitud manteniendo el terrón en el fondo del café por unos instantes y lo sacamos, veremos que está saturado de café. Esto es ni más ni menos lo que le sucede al oxígeno al entrar en los alveolos pulmonares.

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